Retirada en lo profundo del campo, vive Kelo, una herborista que puede cambiar su forma física según su deseo, alternándose en tres edades de sí misma. Para vivir por fuera de la contaminación Kelo trabaja la tierra del campo con sus manos, sembrando sus propios alimentos, recolectando agua de los molinos e intercambiando víveres con Inés, la mujer que conduce un batán, su único contacto con el pueblo cercano. En una de sus caminatas, atravesando la parte más profunda del monte, Kelo se encuentra con un bebé llorando, decide cuidarlo y pronto descubre que es un ser mágico igual que ella. La soledad con la que sucedían sus días se ve modificada por esta presencia, quien con su silencio y curiosidad la vuelve a conectar con otras partes de sí misma. Cuando Inés acude a Kelo por la enfermedad de su hijo, ella decide ayudarla, descubriendo que la realidad de su ahora amiga está atravesada por el machismo y la contaminación. Como tantas otras veces en el tiempo, es la red entre mujeres la que sostiene y conduce hacia otras posibles formas de vivir.