Los azufreros de Mina La Casualidad fueron echados hace más de 40 años por el gobierno militar al cerrar su mina de azufre y, con ello, su pueblo. Cada año vuelven a visitarlo con la esperanza de que sea convertido en patrimonio histórico. Aunque no lo habiten, ese pueblo es hoy más suyo que nunca, pues son los únicos que no lo han olvidado, pues allí fueron felices, pues allí dejaron su niñez y a sus muertos.

The sulfur workers of Mina La Casualidad were thrown out of their village by the military goverment 40 years ago when the mine was closed. They return there every year, hoping for it to become an open-air museum. Even if they don’t inhabit it, the village is theirs now more than ever, because they're the only ones who did not forget it; because there they were happy; because there both their childhoods and their dead were left behind.